jueves, 28 de noviembre de 2013

Regalos prenavideños

Meses después del fallo del jurado del IX Concurso Literario Villa del Duero, ya tenemos en cocina la revista que recoge los relatos, poemas y micros premiados. Las ilustraciones de la portada y la contraportada son de Juan Luis López Anaya, quien desde hace unos años nos regala generosamente sus dibujos para el díptico y la revista del concurso.
  


Os dejamos el primer premio de relato, para ir abriendo boca:

                                                         INTERFERENCIAS

A veces soy un hombre. 

Un hombre de Borneo ―cuando Borneo estaba más al norte―. Sería alguien vulgar sino fuera por mis tobillos y muñecas, atípicos, gordos, que siempre llamaron extraordinariamente la atención. Soy raro. Mi madre decía que era culpa de una interferencia. Yo la miraba e inquiría: «¿Qué es eso?». Y ella me decía que era cosa de la providencia, y a eso se ceñía siempre su respuesta. Nunca llegué a comprender qué era la providencia y por qué me había elegido a mí, pero ahora tengo la vaga impresión de que pronto nos veremos las caras y ajustaremos cuentas. Está al caer la noche más larga. Unas cuarenta y cuatro veces he sido su testigo y, según parece, nadie de por aquí ha sido tan longevo. Sigo siendo raro. Siempre tuve miedo de esta noche, de que no se acabara y de no volver a ver la luz del día. Pero ahora, sin apenas fuerzas, voy de frente a ella. No sé exactamente cuántos días hace que inicié mi última aventura. Incapaz de impulsarme por mí mismo, he delegado en el río, y a mí no me queda ya más mérito que esperar, arrebujado en esta vieja chalupa, río abajo. Las horas son cada vez más lentas, más penosas, y mi cuerpo y mi mente se retuercen de impaciente angustia mientras las aves carroñeras, ávidas, cada vez se acercan más a mis ojos; yo instintivamente los cierro, aprieto muy fuerte y acudo a mi memoria, tan gorda como mis muñecas, y voy desgajando recuerdos a capricho, sin orden lógico, pero siempre interfiere uno: es la mirada de mi hijo, incapaz de decirme lo que yo ya sé. No puede seguir cargando con este viejo inválido sin poner en serio peligro a su familia. Esa noche no hubo palabras solemnes, solo nos dijimos: «Este invierno va a ser largo», sí, largo.

A veces soy un elefante.

Un elefante de río. Y allí como lo que pillo. A veces salgo a la orilla para comer hierbas y hojas de árboles hasta que mis débiles tobillos se quejan y vuelvo al agua, donde el dolor se cohíbe, y me dejo llevar. En el río no se puede hacer mucho más. Hundirte. Pensar. Recordar. Aunque, inexplicablemente, para lo grande que soy solo tengo sitio para un recuerdo: yo estoy junto a mi madre con más elefantes alrededor, pero estos cada vez van más lejos. Mi madre me empuja con mucho mimo para intentar avanzar, pero mis tobillos son muy delgados y cada día les cuesta más soportarme. Un día fue especialmente tormentoso para mí, solo me quería tumbar. Cuando ese día estaba cerrando, mi madre se desvió de la senda sin hacer mucho ruido. Entonces todo empezó a ser oscuro y abrupto y mi madre no paraba y yo, muy asustado, trataba de no perderla, cuando de repente algo me empujó o el suelo se abrió y mis cansadas patas caían y mi cuerpo daba volteretas en el aire, y al final, un gran chooof. Algo en mi espalda se clavó.

A veces soy agua.

Agua influyente. No. Esa no es la palabra. Agua no fluyente, estancada, agua sobrante que quedó apartada del río, en una charca, encerrada sin más, un día y otro y otro más. Agua solitaria y cada vez más emponzoñada. Apenas hay ya vida aquí. Solo alguna rana despistada salta dentro, pero inmediatamente se va. ¡Qué pena que las ranas no pesen cinco mil kilos! Y así devolverme a la vida que fluye ahí enfrente.

A veces soy piedra.

Una piedra deprimida. En el fondo del río, donde infinitas monótonas horas me irán lamiendo y, sin apenas percibirlo, transportando hacia aguas abiertas, hacia el mar, hacia el océano, hacia la inmensidad invertida del cosmos, donde seré juguete de poderosas olas que me traerán y me llevarán, que me llevarán y me traerán, hasta que un día se cansen y me traigan a una playa de Porto y ya no me lleven. Soy un pequeño canto rodado, del color índigo de un oscuro anochecer, con un pulido único y un tacto extrasuave. Puedo contener trazas de un hombre, de un elefante, de un agua… A veces soy… como no quiero ser. A veces te quiero decir… A veces quiero escribir… pero no puedo. Entonces me aferro a mi piedra favorita, cierro los ojos, la froto y espero… A veces soy viento. Y te envuelvo y te soplo y te cuento…

                                                                                 Silvia Mancha de la Fuente (Ciguñuela). 

Y quienes estéis interesados en adquirir dibujos de este ilustrador que hemos nombrado, lo podéis hacer en este enlace: http://dididibujos.blogspot.com.es/2013/11/los-dibujos-quieren-volar.html 

(Gracias por todo, Juanlu).

domingo, 17 de noviembre de 2013

I Jornadas de Cine y Literatura. Curso 2013-14

El próximo miércoles, día 20 de noviembre, en el teatro de Zaratán (Valladolid), a las 19 h tendremos las I Jornadas de Cine y Literatura de este curso. En esta ocasión se centrarán en una pequeña exploración de las relaciones entre cine y literatura a través de Cuatro páginas de la vida, un largo compuesto por cinco cortos de los mejores directores norteamericanos del Hollywood clásico, sobre relatos de uno de sus más prolíficos cuentistas: O. Henry. Además tiene la peculiaridad de que está presentado por J. Steinbeck, que atravesaba por esa época un momento de relaciones extrañas con el mundo del cine.


Las Jornadas estarán presentadas por Jesús Salviejo Sánchez, profesor de Historia y Estética del Cine del programa de educación de adultos de la Diputación Provincial de Valladolid.

lunes, 4 de noviembre de 2013

'El amante'

Uno de los ejercicios que hicimos la semana pasada en el taller fue intercambiar libros significativos para cada uno de los talleristas y utilizar solo algunas de sus primeras frases, con las que comienzan, y su frase final. Teniendo el principio y el final (robado al autor original), cada persona escribía su relato.

Este es uno de los ejemplos creado por Cristina Laguía Campos, alumna del taller de escritura de Ciguñuela. Ella recibió de una compañera el libro de Eduardo Mendoza El asombroso viaje de Pomponio Flato, y escribió el siguiente micro:

EL  AMANTE  


El día está radiante, el sol levanta su redondo vuelo y pronto calienta la mañana. La brisa que llega desde el mar hace estremecer los suaves cortinados de seda del ventanal abierto.

Fabio está sentado sobre una butaca con respaldo, frente a una fuente de plata colmada de frutos. Se lleva lentamente un racimo de uvas a la boca y de a una las va cogiendo con los dientes, haciéndolas explotar de un mordisco por puro placer nervioso. Está desnudo y su lampiña piel muestra varias llagas que supuran y mojan la venda que las cubre. Mira al imponente hombre de mirada feroz, que está vistiéndose frente a él, y en sus ojos hay admiración y lujuria por ese cuerpo velludo y vasto, por ese olor que dejó sobre su piel, su cama, y el recuerdo de la noche anterior le provoca una visible excitación.

El guerrero termina de vestirse y se acerca a Fabio, mirándolo indiferente, como si la noche anterior no hubiera existido. Coge una manzana y le dice:   
Que los dioses te guarden, Fabio, de esta plaga, pues de todas las formas de purificar el cuerpo que el hado nos envía, la diarrea es la más pertinaz y diligente. Gracias por tu hospitalidad, mis hombres ya están preparados para partir.

Fabio se levanta, se pone una túnica blanca y mira hacia el patio de armas, donde los caballos se impacientan moviendo la cola y sus cascos golpean contra el suelo. Sabe que tiene que decir algo, pero no puede, solo sus acuosos ojos hablan en silencio. Y apenas se le escucha murmurar:
Que tus dioses y mi Dios te protejan en esta cruzada y te guíen a la victoria.

El guerrero lo mira y piensa que tiene que despedirse de aquel gentil amante que le habló de su Dios y de aquella Tierra Santa por la que irá a luchar, solo por el derecho a ser dueño de todo lo que encuentre en los saqueos. Le asombra su tristeza y le dice:
Sea lo que sea, en definitiva poco importa, porque solo tengo esto por cierto: que dentro de unos años será como si nada hubiera existido, y nadie se acordará de Jesús, María y José, como nadie se acordará de mí ni de ti, Fabio, pues todo decae, desaparece y se pierde en el olvido, salvo la grandeza inmarcesible de Roma.