Confinados,
pero no por ello inactivos, avanzamos en nuestro aprendizaje en torno a la creación
literaria.
Descomponemos
las palabras y las recomponemos con significados diferentes. Roma y amor tienen
los mismos átomos. Mezclamos vocablos y
los amasamos, los dejamos reposar bajo la cubierta del cuaderno y volvemos a
amasarlos hasta que adquieren la elasticidad deseada para ser un micro. A veces,
se nos va la mano con los sustantivos o con la temperatura emocional y nos sale
un relato de tres folios. No importa, experimentamos. Luego compartimos el resultado alrededor de
las mesas del taller o lo embotellamos
y lo lanzamos a este mar para que todos podamos saborear el dulce acróstico, la
especiada descripción o la carta picante.
Si es necesario, rectificamos la puntuación o cambiamos las repeticiones por sinónimos,
ajustando el guiso a nuestro timbre de voz y a otros paladares.
Y de esta
manera, buscando fórmulas, encontramos al grupo OuLiPo que, como cocina de autor, tiene un libro con recetas para la literatura. En ellas se mezclan los
ingredientes de la lengua con las medidas de las matemáticas (catorce versos
dicen que es soneto). En su índice alfabético descubrimos anagramas, bolas de
nieve y avalanchas, lipogramas, método S+7, palíndromos, permutaciones, poemas booleanos, relatos
arborescentes, tautogramas… Cocina de artesanos para llegar al arte de la literatura.
Con diez
sonetos y unas tijeras fueron capaces de crear cien billones de sonetos, todos
con la misma rima, en un libro de bolsillo; un soneto cuántico que no se puede
terminar de leer en muchas vidas. Dicen
que novelas como El Quijote tienen una estructura fractal y que hay relatos que
son cajas chinas.
A mí, de
las matemáticas me gustan sus curvas, la economía de su lenguaje, su lógica, su forma de ajustar una nube de puntos a una
ecuación, su capacidad para predecir... De la literatura me quedo con el latido,
la manera que tiene de envolverme en atmósferas paralelas; de hacerme reír y
llorar, sentir opresión o nostalgia; de descubrirme paisajes que nunca existirán,
de traerme otros coros de voces…
Literatura
y Matemática bailan juntas como juego creativo. Pero ¿es
posible llegar así a la obra de arte?
¡Intentémoslo!