sábado, 20 de agosto de 2011

Corrientes marinas

Viento Sur, estación claridad, vamos llegando. Navegamos en medio del calor de agosto en ruta hacia el nuevo curso que comenzará en unas semanas y en este afán de que no nos falten las olas de palabras, os dejamos dos trabajos más, de los presentados en el VII Concurso Literario Villa del Duero:

ACRÓCINUS LONGIMANUS
Cuando aparecía enseguida mostraba a su cría, inocencia y beldad.

Inocencia, como agua cristalina y beldad, como rayo de sol.

Igual que una araña, con gran habilidad iba tejiendo su red estudiada meticulosamente. Ahí caían como insectos sus cautivos. Lanzaba su veneno para su provecho, muy bien enmascarado.

Al principio, hacia que la amalgama pareciese clara, hasta atraer suficientemente a su victima.

Pero el “tiempo”, tan temporal e intemporal a la vez, presente establecido por el pasado, transcurría a su ritmo.

Los acontecimientos surgían deprisa, muy deprisa. LA red cada vez era mayor y nacieron otras crías.

La araña, con su bien tejida malla, se apoderaba de sus presas. Como cebo, su descendencia.

Planeó todo minuciosamente y cuando creyó conseguir su plan, la luz se convirtió en oscuridad, el cariño en chantaje y los “inocentes” perjudicados, en su mercancía.

Tenía que eliminar a quien ya no le servía y trató de lograrlo de la peor forma.

La víctima tenía que demostrar lo evidente y desmontar ese entresijo. El pasar de los días se hacía una eternidad.

Con su propio veneno, el entramado empequeñecía, dejando espacio suficiente sólo para ella.

El macho, de la araña arlequín no se dejó devorar, sin saber al final si el daño causado será permanente o resarcido.

Consuelo Fernández Marugán (Zaratán)
 
 
LA CARA NO ES EL ESPEJO DEL ALMA.
Me he puesto yo una careta,

Con una risa pintada,

Para engañar a los míos, y a la gente que me trata.

Que tape mis sinsabores,

La tristeza de mi alma,

El corazón que se inunda,

La intranquilidad que arrasa,

Que por doler,

Duele el aliento,

Como puñal en mi garganta.

Desde que sé que te irías,

y no me dirías nada.

Tus silencios me dijeron,

Todo lo que nos amabas.

Que el dolor, se iría contigo

Que tu risa nos dejabas.
Lauri Rodríguez

Muchas rutas, laberintos, espirales, ilusiones, esfuerzos. Todas las singladuras el mismo final, nos preguntamos si no sería mejor bajar del escenario y vivir de frente sin máscara, aportando y respirando, pensando más en lo que nos une (las palabras) que lo que nos separa. Disfrutando de la navegación para que el sol nos dé de lleno en la cara al amanecer.