viernes, 27 de abril de 2012

Cruce de vidas


“Hay otros mundos, pero están en este”.
Paul  Éluard

La cita anterior encabeza el  libro de microrrelatos de Rosana Alonso: Los otros mundos, editado recientemente por Talentura. Una interesante mirada a realidades sin decorados, donde caben hadas grises, vértigos y miedos. Donde tiene espacio el cansancio de la inmortalidad, porque las cosas no son siempre de una única manera. Microrrelatos en los que encuentras torturadores ejemplares, imágenes sorprendentes, ornito-lógicas, oníricas, como si entraras en los laberintos de espejos siempre presentes en los antiguos espectáculos de ferias. Cada lectura es una burbuja, cada línea es una pregunta de múltiples soluciones. Nada más apetecible para navegantes con la seguridad de que las certezas no existen.
Y así, entre incertidumbres, en medio de mundos posibles e imposibles, se cruzaron nuestras vidas el pasado 25 de abril en las II Jornadas de Cine y Literatura en la ermita del municipio de Rueda. Un día en el que el tiempo se empeñó en traer un ciclón de aire cuando necesitábamos nublados. Desde aquí agradecemos la buena acogida que nos brindasteis y todo ese esfuerzo artesanal para construir una pantalla gigante a base de puntada y metal. Fue un día intenso en el que se postergó el debate de Vidas cruzadas para el próximo taller de escritura  (3 de mayo), porque el largometraje nos dejó sin tiempo para las preguntas.
Todo preparado y la luz se empeña en entrar...
Comienza la proyección de Vidas cruzadas
Veintidós actores y actrices interpretan la tela de araña que dirigió Robert Altman, basada en los relatos de Carver. Imposible no vernos reflejados en alguna de las múltiples situaciones que discurren bajo el sonido de los helicópteros o el violonchelo de una de las protagonistas. Muchos secretos a voces, escondidos detrás de las relaciones de padres e hijos. Muchas miserias y placeres detrás de las apariencias. Porque  vivimos muchos mundos en este, y solo hay que levantar los tejados de las casas, con una cámara, para descubrir la complejidad y la mentira que evuelven las convenciones sociales.
¿La película cambia las historias? ¿Es fiel a los personajes? ¿Inventa nuevas situaciones? ¿Tiene sentido mezclar a los personajes, cambiarlos de contexto o poner posibles finales donde en el texto de Carver quedan abiertos? ¿Es más sucio el realismo de la película que la propia realidad en la que vivimos? Todas estas preguntas y las que vayan surgiendo las comentaremos el día 3 en el taller de Tordesillas, a las 18.00 h en la biblioteca del Centro de Educación de Adultos Villa del Duero. Os esperamos.

miércoles, 18 de abril de 2012

Hablar de objetos cotidianos como si fueran el universo entero


Un viejo maestro, London Chedwick, me dijo una vez a lo largo de una dilatada conversación que medió entre dos botellas de bourbon, que el problema de adaptar la literatura al cine no es una cuestión de lealtad, sino de lealtades. Una –o uno, nunca se me han asimilado tanto el género y el número lee el libro y construye una fidelidad nueva, incluso se casa con ella. Pero cuando va a ver la película, no puede evitar tener una cierta sensación de estarle poniendo los cuernos al autor o a la autora. Y he ahí el error, pues son diferentes fidelidades. Mi viejo maestro sostenía que existe entre los buenos guionistas una regla no escrita, pero ampliamente contrastada: cuando adaptes una obra literaria, no te cases con la historia, tu compromiso es con los personajes. El lector/espectador aceptará cambios en la historia porque es la bolsa donde invierte el azar, como en la vida, y él –o ella lo sabe. Pero le resultará difícil, si no imposible, aceptar que los personajes son otros, igual que se lleva muy mal casarte con un príncipe –o princesaazul y que este se transforme en rana –el cambio inverso, si bien es posible, no deja de ser excepcional , y es entonces cuando llega el divorcio. De ahí que me dijera que no era una cuestión de lealtad, sino de lealtades. La historia te enamora, pero a quien quieres es al personaje. Y esto es lo que ha hecho el maestro Altman (1925-2006) con la escritura del maestro Carver (1938-1988), una reescritura leal desde un enorme respeto a su mundo y a la humanidad de sus personajes, pero que altera el curso de sus historias para que se entreveren, se conozcan. Para que nosotros también nos mezclemos con ellos y seamos testigos de sus problemas y afanes, que también son los nuestros. Una reescritura que no es una corrección, sino una indagación, una profundización en su universo sencillo y complejo, rutinario y enormemente azaroso, tierno y brutal, en ocasiones superfluo, pero siempre esencial. El cineasta lo describe mucho mejor en su prólogo de la edición de Vidas cruzadas, en el que glosa con claridad lo esencial de su trabajo de adaptación en colaboración estrecha con su guionista Frank Barhydt y con la poetisa Tess Gallagher. Como dice unas líneas más abajo: «Los equivalentes cinematográficos de materiales literarios se manifiestan de maneras inesperadas». Así pues, el azar manda, pero nosotros hacemos ficciones para poder pensar que somos quienes gobernamos el barco.
Aquí os dejamos sus palabras hermanadas con las de Carver. El próximo miércoles 25, en Rueda, nos encontraremos con sus imágenes en nuestro particular cruce de vidas.
Buena mar y buen viaje.
Jesús Salviejo

COMPLICIDAD CON CARVER

Raymond Carver hacía de lo prosaico poesía. Un crítico dijo de él que «revelaba lo extraño que se oculta tras lo banal», pero lo que hacía en realidad era captar las maravillosas idiosincrasias del comportamiento humano, esas idiosincrasias que se dan dentro de lo azaroso de las experiencias de la vida. Y el comportamiento humano, cargado de todo su misterio e inspiración, me ha fascinado siempre.
Considero la obra de Carver un solo cuento, pues sus cuentos son todos incidentes, cosas que ocurren a la gente y que provocan que sus vidas tomen un nuevo cariz. Quizá se derrumben. Quizá vivan un traspié que acaba en desastre. Quizá tengan que seguir adelante sabiendo cosas que en realidad no desean saber los unos de los otros. Tratan más de aquello que no sabemos que de lo que sabemos, y el lector va llenando las lagunas, mientras reconoce un murmullo subterráneo.
A la hora de concebir el mosaico que compone la película Short Cuts, basada en estos nueve cuentos y el poema «Limonada», he tratado de hacer lo mismo: ofrecer al público una visión. Sin embargo, la película podría seguir eternamente, porque es como la vida misma: levantando el tejado del hogar de los Weather para ver a Stormy despedazar sus muebles con una sierra, para luego levantar otro tejado, el de los Kaiser, o el de los Wyman, o el de los Shepherd, y observar comportamientos distintos.
Nos hemos tomado algunas libertades con la obra de Carver: los personajes han pasado de un cuento a otro; están relacionados entre sí por diversos lazos; puede que los nombres hayan cambiado. Y, a pesar de que algunos puristas e incondicionales del escritor puedan sentirse defraudados, esta película es el fruto de una concienzuda colaboración entre los actores, mi coguionista Frank Barhydt y el material de esta antología.
La primera vez que hablé con la poetisa Tess Gallagher, viuda de Carver, acerca del proyecto de esta película, le advertí que no tenía la intención de ser literal en mi enfoque y que las historias aparecerían mezcladas. Tess lo aceptó sin pensárselo dos veces y me alentó, confesándome que Ray era un admirador de Nashville, que le gustaba el desamparo de aquellos personajes y su capacidad para salir adelante a pesar de los pesares. Tess era consciente también de que los artistas de campos diversos tienen que emplear su propia técnica y enfoque a la hora de llevar a cabo su obra. Los equivalentes cinematográficos de materiales literarios se manifiestan de maneras inesperadas.
Durante los años de redacción, conformación y planificación de Short Cuts, de infinidad de acuerdos financieros y cambios de toda índole, Tess y yo hablamos en innumerables ocasiones y mantuvimos una correspondencia ininterrumpida. Su manera de recibir la información cambiaba mi actitud frente a las cosas, de modo que tengo la impresión de haber estado conversando con Ray a través de Tess. Y es que Tess ha sido una verdadera colaboradora en la película.
Leí todos los escritos de Ray, filtrándolo siempre a través de mi manera de ver las cosas. La película está hecha a base de pequeños fragmentos de su obra, que a su vez conforman otros de escenas y personajes que parten de los elementos más básicos de las creaciones de Ray... nuevos pero no nuevos. Tess y Zoe Trainer, la madre y la hija con problemas afectivos que interpretan Annie Ross y Lori Singer, proporcionan los puentes musicales que se dan en la película, Annie con su jazz y Lori con su chelo. Se trata de personajes que inventamos Frank Barhydt y yo, pero Tess Gallagher consideró que encajaban con los personajes de Carver e incluso parecían salidos de su cuento Vitaminas.
Es posible que haya quien tilde de sombría la visión que Raymond Carver e incluso yo tenía del mundo. Nos unen actitudes similares frente a la naturaleza arbitraria de la suerte en la conformación de las cosas: el niño de los Finnegan atropellado por un coche en Parece una tontería; el descalabro del matrimonio de los Kane fruto del hallazgo de un cadáver en Tanta agua tan cerca de casa.
A alguien le toca la lotería. El mismo día, la hermana de esa persona muere en Seattle al caerle encima un ladrillo de un edificio. Ambas cosas son lo mismo. La lotería ha tocado en los dos sentidos. Las probabilidades son en ambos casos muy remotas y, sin embargo, se dan. Una persona muere y otra se hace rica: se trata de la misma acción.
Uno de los motivos por los que trasladamos la localización del noroeste del Pacífico al sur de California era que deseábamos situar la acción en un vasto contexto suburbano para que los personajes se pudieran conocer de una manera fortuita. Había que tener en cuenta consideraciones de orden logístico, pero queríamos que las relaciones fueran accidentales. La acción se sitúa en un Los Ángeles sin explotar, que es también el país de Carver; no Hollywood ni Beverly Hilis, sino Downey, Watts, Compton, Pomona, Glendale..., barrios americanos de las afueras, nombres que se oyen en los partes sobre el estado de las carreteras.
El reparto cuenta con veintidós actores y actrices de talla: Anne Archer, Bruce Davison, Robert Downey Jr., Peter Gallagher, Buck Henry, Jennifer Jason Leigh, Jack Lemmon, Huey Lewis, Lyle Lovett, Andie MacDowell, Frances McDormand, Matthew Modine, Julianne Moore, Chris Penn, Tim Robbins, Annie Ross, Lori Singer, Madeleine Stowe, Lili Taylor, Lily Tomlin, Tom Waits y Fred Ward, que han contribuido a la película con cosas que no habría podido soñar siquiera, dándole mayor consistencia, enriqueciéndola. En parte, debo atribuirlo a los cimientos de Short Cuts: los escritos de Carver.
Únicamente tres o cuatro de este elenco de actores aparecen juntos en la película, porque cada semana empezábamos un cuento nuevo, con otra familia. Aun así, proporcionamos a todos los actores los cuentos originales y muchos de ellos se animaron a leer más de la obra de Carver. La primera familia que filmamos fue la de los Piggott, Earl y Doreen, que interpretan Tom Waits y Lily Tomlin, en su parque de remolques y en Johnnie’s Broiler, una típica cafetería californiana en la que Doreen trabaja de camarera. Su interpretación fue tan espléndida que pensé que me acarrearía problemas, pero lo cierto es que todos los actores trabajaron hasta alcanzar ese nivel y superaron mis expectativas en todos los sentidos, haciéndose cargo de sus papeles y redefiniéndolos.
Los personajes narran muchas cosas a lo largo de la película, cuentan pequeñas historias acerca de sus vidas. Muchas de ellas son de Carver, o paráfrasis de las de Carver, o están inspiradas en ellas, pues siempre procuramos ser lo más fieles posible a su mundo, teniendo en cuenta el imperativo de colaboración de la película.
Por su parte, los actores se percataron también de que los detalles de los que hablan esas gentes de Carver no son lo principal. Los elementos parecían flexibles. Podían estar hablando de cualquier cosa. Sin embargo, ello no significa que el lenguaje no fuera importante, sino más bien que el tema no tenía por qué ser X, Y o Z: podía ser Q, P o H.
La cuestión que determina cómo responde la gente a lo que se está diciendo es quién es. No es lo que están diciendo lo que provoca que la escena tenga lugar, sino el hecho de que esos personajes estén interpretando la escena en cuestión. De modo que, estén hablando de cómo preparar un emparedado de mantequilla de cacahuete o de cómo asesinar al vecino, el contenido no es tan importante como lo que sienten y hacen los personajes dentro de esa situación, el cómo se van desarrollando.
Escribir y dirigir constituyen, ambos, actos de descubrimiento. Al final, la película está ahí y las historias están ahí, y uno tiene la esperanza de que la mutua influencia sea fructífera. Y, sin embargo, durante la dirección de Short Cuts algunas cosas surgieron directamente de mi propia sensibilidad, que tiene sus peculiaridades, y así es como debe ser. Sé que Ray Carver habría comprendido el que tuviera que ir más allá del mero hecho de rendir tributo. Algo nuevo ocurrió en la película, y quizás sea esta la manifestación más verdadera de respeto.
Pero todo empezó aquí. Yo era un lector que pasaba estas páginas. Que experimentaba con estas vidas.

Robert Altman, Nueva York, 1993.
Traducción de Mónica Martín Berdagué 

miércoles, 11 de abril de 2012

Entre bosques

Fuente: 

Siguiendo la propuesta de Víctor Moreno en su libro El deseo de escribir (Editorial Pamiela, 2004), en el Taller de escritura sugerimos inventar un bosque. Como dice el autor, en los cuentos infantiles tradicionales siempre aparece enmarcando la acción, pero pocas veces se dan detalles de cómo es ese bosque. Caperucita transita por ese lugar, los niños se pierden y encuentran casas de chocolate, los duendes y hadas se cobijan en ellos, pero en pocas versiones hay detalles de esos bosques.

Aquí os dejamos textos de las olas de este mar que emergieron en este Taller:
 
El bosque

Me adentro en ti. Bajo mis pies, una alfombra de tornasoladas hojas me recuerda que estamos en la estación que mejor te sienta. Los rayos de un descarado sol penetran en tu espesura, pintando claroscuros que se posan aquí y allá. No en vano, tus ocres, naranjas, verdes, tus intensos rojos y amarillos, inspiran la paleta envidiosa del artista. Hasta el más codiciado perfume persigue el aroma de tus flores.
Sigo caminándote. Una melodía cautiva mis sentidos: un coro de pájaros y la brisa meciendo tus helechos, hojas y enramadas, interpretan una maravillosa sinfonía.
Observo el liquen aún húmedo de rocío, adornando los troncos de tus árboles en cuyas erectas ramas anidan los polluelos que mañana se lanzarán a la vida... estrenarán sus vírgenes alas. Un sinfín de matas, arbustos, trepadoras, hierbas, rellenan cada hueco, cada trozo de ti.  
Te quiero, bosque. Te necesitamos. Te precisa la fauna que cobijas. No sucumbas a la avaricia del furtivo, que se lucra desnudándote, desposeyéndote de tus más preciados tesoros.
Gracias, bosque. Sin ti nada sería posible.

Rosy Val

Descripción de un bosque

Enormes acebos de copa esférica derraman sus hojas hasta el suelo en una cascada de un verde oscuro tan intenso que en la sombra se confunde con el negro. Algunos están salpicados de pequeños frutos rojos, como árboles de Navidad adornados; creo que son las hembras.
Juntos descienden por la suave pendiente del monte como un ejército de gigantes en extraña formación. No están alineados y, sin embargo, se respetan las distancias entre ellos. Inabarcables masas verdes de pequeñas hojas brillantes, fuertes y apretadas, de bordes punzantes, acostumbradas al clima duro, siempre a la defensiva, avanzan por la ladera.
No hay ramas que cubran el sol y tamicen la luz, no elevan sus brazos al cielo, los dejan caer sobre el pasto. A vista de pájaro, parecen gigantescos balones esparcidos sobre un plano ocre verdoso, donde la hierba ralea y la tierra se va adueñando del espacio. 
Acebal de Garagüeta en Soria.

Ana Melero

Mi bosque animado
Siguiendo la senda que llevó a Hansen y Gretel a la casita de chocolate, penetro en el oscuro bosque donde el lobo feroz habita. Los verdes líquenes que parasitan los árboles me indican el norte. Unas veces soy Caperucita jugando al escondite entre las rocas que saltan riachuelos; otras me visto para matar, y montada en mi escoba esquivo las ponzoñosas espinas de las zarzas. No hay veredas claras en la espesura y el sol se difumina entre las copas para no despertar a Blancanieves de su envenenado sueño entre tamuja, helechos y margaritas. La manzana que causó el daño la recogió Eva produciendo con su gula la expulsión del paraíso. Allá camina desnuda y aterida arrastrando los pies por la hojarasca, mientras le llegan en sordina el lamento de sus hijos. Un gigante juega, camuflándose entre el follaje, a las escondidillas con un hada que, haciéndose la tonta, hace ver que no ve nada…
Rosa M.
Bosque
Fuente: http://www.lutjapon.com/los-bosques-en-el-japon/

Las hojas tapizan el suelo. La humedad se huele. El aire ligero acaricia mi piel. Mientras, mis pasos se amortiguan en las hojas yermas. Una lluvia leve cae a ratos, siento su presencia en mi cara.
Es un bosque hondo, denso, la luz se tamiza entre las ramas, siento su presencia, ahora me ofrece paz.
Atardece, en poco tiempo la luz se tornará en negrura y entonces me llenaré de inquietud. Aprieto los pasos mientras las currucas buscan cobijo. Poco a poco el silencio se cierne sobre el arbolado, y como Pulgarcito busco los guijarros que me lleven a casa. No los veo.
Nada más turbador que la noche aquí dentro. Detrás de cada árbol se esconde una amenaza.

José M. Rodríguez
                                                    
Un bosque especial

Dejando mi pueblo atrás (Codesal), cruzo la carretera y allí está, viendo pasar los siglos como testigo impasible de la historia, el roble centenario del cementerio (emblema de nuestro pueblo).
El grueso tronco sujeta los enormes brazos que componen la frondosa copa del roble. A sus pies, la era ofrece pasto para ovejas y cabras, mientras un pastor perezoso se dispone a disfrutar de un buen bocadillo de chorizo (muy típico de nuestra tierra).
La laguna, las escasas aguas cubiertas de diminutos nenúfares sirven de cobijo para las ranas que nos amenizan las noches de primavera y verano.
A la izquierda, un valle repleto de robles da sombra y cobijo a una gran variedad de setas, principalmente el boletus edulis, apreciado por su valor culinario. Los hongos cautelosos asoman sus coloridos sombreros entre la gran alfombra de hojas secas que cubre la cañada.
En toda la comarca, el roble común es el árbol más destacable. Su troco es rugoso, con una piel casi desquebrajada en la mayor parte de su vida. La copa se hace ancha irregular, con ramas tortuosas, nudosas y acodadas. Sus hojas son caducas, dentadas y acorazonadas, y proporcionan buena sombra para los pastos.
A la derecha, un serpenteante camino nos ofrece diferentes muestras de pequeñas especies de monte bajo y matorral, como la retama, con sus singulares flores papilionáceas amarillas. Subiendo un pequeño montículo, la vista se fija en un casi mágico mosaico de brezo, una planta de más o menos un metro de altura, muy ramosa, con flores de aspecto acampanado de color blanco o rosado morado. Tanto por sus colores como por sus olores, es imposible que al paseante le pase desapercibido.
Si giro la cabeza a la izquierda, puedo ver a lo largo del camino una robusta pared primitiva de piedra cubierta de musgo. Servía para resguardar un abanico de cultivos: trigo, cebada, remolacha, patatas y hortalizas. Los cuales eran el sustento para las personas y animales durante todo el año.
Concluyo mi paseo sentándome en una roca y contemplando la Sierra de la Culebra, que delimita España y Portugal. Justo frete a mí está Peña Mira, el pico más alto de toda la región. Desde allí podemos divisar la poblada fauna: ciervos, conejos, liebres, jabalíes y, con un poco de suerte, algún lobo, ya que estamos en la mayor reserva del lobo ibérico de la Península.
Bebo agua en la fuente del merendero, con la satisfacción de saber que el paseo ha merecido la pena.

Isabel Garrido