Hace ya muchísimos años que llegaron los ordenadores a nuestras vidas, pero quizá haya sido en este año tumultuoso cuando se han convertido en una herramienta imprescindible.
Las redes nos acercan y nos alejan en un oxímoron interminable. Nos facilitan el contacto con aquellas personas distantes geográficamente o por motivos de confinamiento. Desde hace unas semanas, de hecho, los talleres de Mar de Incertidumbres se han trasladado al ámbito online.
Sé que no es la opción deseada por todas las olas, y que la llamada «pobreza digital» impide que cada semana podamos compartir el grupo entero, como hemos hecho desde hace años. Los problemas técnicos, la falta de soportes, las interferencias, la ausencia de contacto... Somos conscientes de las dificultades, pero desde aquí haremos todo lo posible para continuar la navegación mientras sea necesaria la distancia.
En el taller de Ciguñuela se han puesto manos a la obra y aquí os dejamos una carta de una tripulante, dedicada precisamente a este artefacto que es hoy remo necesario para llegar a puerto.
Estimado PC:
Qué tiempos tan difíciles para hablar y para escribir. Soy feliz ya con pequeñas cosas, y tú me abasteces de esa libertad que da el poder teclear libremente un manuscrito en la pantalla.
Antes de ir a más, me sincero contigo: no eres mi predilecto.
Yo amo el papel y la estilográfica, pero borro mucho. Adelanto y atraso frases, tacho y recupero, escribo al margen e hilo ideas con líneas y círculos poniendo lo de atrás adelante, y viceversa.
Has de saber que rompo y recompongo papeles amontonando bolas de ideas obtusas en mi papelera, hoy triste y vacía, y la tinta no se dilata ni estira. He descubierto que se consume, y en grandes cantidades.
Perdida en la cuenta del caudal que dispendio en reposiciones de celulosa y pigmento, y lo poco ecológica que resulto para la sociedad de hoy en día, te he elegido a ti solo y exclusivamente por esta cuestión. Por favor, no te hagas falsas ilusiones y esperanzas sobre mi lealtad. Sé que estar contigo será algo anodino, no te engaño. Lo otro siempre estará en mi mente y tú solo serás el medio en el que transcriba mi caligrafía; pero no sentirás la impetuosidad de mis trazas, ni notarás la alegría o pereza de mi caligrafía, ni la hoja tendrá marcas de agua de mis lágrimas o la saliva de mis risas.
Por todo ello, accedo a darte el «clic, quiero», pero has de saber que en mi ánimo nunca serás el primero.
Recibe un jovial repiqueteo.
Carmen Peña
Que no se engañe el P.C.desde el principio se lo has dejado bien claro.Que aproveche el cariño nacido en la pandemia y no sienta celos del papel y la pluma...
ResponderEliminarDesde la ventana, mi reflejo en el cristal de doble filo se asoma al interior de mi casa. Unos ojos de trasparencia irreal se fijan en mí preguntándome porqué me miro... yo les pregunto, también con la mirada, porqué me veo como si no fuera mío su gesto cansado.
ResponderEliminarInquietante cara familiar desvanecida que no aparta de mi la mirada, fantasma de mí pidiendo auxilio desde su vacío bidimensional. No puedo oír sus gritos confinados y, sin embargo, siento su tristeza más profunda y dolorosa que mi precisión exacta en el espejo.
Desde su jaula de cristal ve como este mundo se tambalea. Lleva siglos tambaleándose como un tentetieso. El orden, el de este lado de la ventana en el que yo parezco real y ella apariencia, se degrada: las plantas se marchitan en diseños de plástico; los armarios asfixian prendas con distintos logos y el mismo made in esclavo en la etiqueta; la comida caduca en los estantes o se pudre, porque ir al super es un ritual cuya frecuencia el estómago no puede asimilar; el suelo, las puertas, los muebles, mis manos, todo exuda Lejía y alcohol, he matado con ellos toda huella de carica, ahora huelo a desolación.
Vibra con los parpadeos de los monitores que controlan la temperatura, la humedad y hasta el polvo de mi celdilla; con la luminiscencia de las pantallas que me hacen participe del sacrificio cruento de especies como ofrenda al dios de todos los dioses, que repiten una y otra vez imágenes de cientos de hectáreas de bosque calcinadas para gloria del hombre, que se acercan a las riadas de personas huyendo de la muerte o de la miseria (que viene a ser lo mismo). Demasiada tecnología para la escasez de ética debe pensar mi imagen.
Sí, lo sé, soy yo la responsable de su gesto de cansancio. Sí, lo sabe, tiene que volver de nuevo a la hora en que la luz me refleja el miedo, las dudas, la desgana, para que siga consciente y no sea yo la que se desvanezca.