lunes, 7 de abril de 2025

SEGUNDO TRIMESTRE

Estamos finalizando el segundo trimestre del curso. Hemos hecho un montón de actividades en el taller, entre las que destacamos la presencia del poeta Ricardo Bedera, quien nos regaló uno de sus poemarios: Pájaros amarillos. Fue una tarde de reencuentro con la poesía y con esa manera de observar el otro lado de la realidad de quienes se consideran más poetas que narradores.

También hemos tenido la suerte de conocer que la novela que leímos al principio del taller, con el título Dice la sangre, de Rubén Abella, editada por Menos Cuarto, ha recibido el Premio de la Crítica de Castilla y León, junto con una poeta palentina a la que leeremos y comentaremos su obra el próximo curso.

Mientras tanto, se presentaron los trabajos del II Certamen Literario Ricardo Enjuto. Ahora están en manos del jurado. Os iremos informando.

Pronto iniciaremos el periodo vacacional correspondiente a la Semana Santa. Para este trayecto, en el que cerramos el taller temporalmente, os dejamos aquí un texto de una de nuestras olas del Mar de Incertidumbres:


DE DISCRETAS AUSENCIAS E IMPERTINENTES PRESENCIAS 

En el Diccionario geográfico-estadístico de España, de Madoz (publicado hace unos 180 años), se recoge que en la Esgueva, junto a barbos y otros peces, había anguilas. Me resultó sorprendente. Este animal es un pez catádromo, es decir, que una parte menor de su ciclo vital es marítima. Los ejemplares adultos desovan en el mar de los Sargazos y sus larvas emigran siguiendo las corrientes marinas hasta los estuarios y las desembocaduras de los ríos, donde se transforman en angulas. Las angulas ascienden por los cauces fluviales y, tras varios años, pasan a ser anguilas y alcanzan la madurez sexual, momento en el que emprenden su viaje atlántico de vuelta hasta el mar de los Sargazos para cerrar su ciclo vital. ¿Por qué en la actualidad nunca se tiene noticia de su presencia en nuestro pequeño río ni, creo, en ningún otro de la cuenca del Duero? ¿Cuándo han desaparecido y por qué?

No se me ocurre otra explicación que la construcción de las numerosas presas realizada a lo largo del siglo xx en el curso del padre Duero. La primera de ellas, la de San Román, se inauguró en 1902 y fue seguida de otras, como la de Villalcampo (1949), Castro (1952), Saucelle (1956) o Aldeadávila (1963). Seguramente, solo el primero de estos pantanos ya constituiría un muro insalvable para las anguilas, así que una carrera de tan formidables obstáculos ha tenido que suponer la extinción de las anguilas en toda la cuenca del Duero por encima la frontera portuguesa. Según esto, la fecha del óbito de la anguila en la Esgueva sería el año 1902, cuando la primera presa fue construida y el necesario tráfico ascendente y descendente interrumpido.

Pero «ojos que no ven, corazón que no siente». Los nacidos en la segunda mitad del pasado siglo xx ya no hemos echado de menos la anguila en nuestros ríos y hemos crecido creyendo que la dotación primigenia de peces era la que hemos conocido, y no más. Creímos que no ha habido otros. Pero para sacarnos del error está la obra de don Pascual Madoz, que puede considerarse la última fe de vida de la anguila en nuestro río, ya que tras la publicación del citado diccionario quedaban poco más de cincuenta años de vida conjunta entre la anguila y nosotros.

Hay, sin embargo, otra ausencia drástica más reciente, también imputable a obra humana y de la que no tengo noticia escrita, pero de la que puedo dar fe por experiencia propia. Son las ratas de agua (Arvicola sapidus). Sí, las mismas de las novelas de Delibes. Su carne fina era muy apreciada y pudo dar origen a las pasiones que en la novela se describen. Todo el mundo las consideraba un manjar, menos mi madre, que las asimilaba a las odiadas ratas y ratones domésticos. Son, sin embargo, especies completamente diferentes, que nada tienen que ver con la rata doméstica ni en su alimentación, ni en el hábitat ni en el comportamiento. Había muchas en las orillas del río y delataban su presencia con los caminos y las numerosas galerías,  más pequeñas que las de los conejos. A veces, se las podía ver nadando o buceando o, más raramente, en tierra. Era un animal bonito, de pelo reluciente y cara simpática. Desde 1962, el año en que fue dragado el cauce de la Esgueva (y también el año de la publicación de la novela Las ratas), no he vuelto a tener noticia de su existencia. Ojalá que sobrevivan algunas en arroyos y otros ríos. Durante aquel año, la bocaza de la draga eliminó vorazmente los sedimentos del cauce, los juncos, las espadañas y los árboles de la ribera junto con todas las galerías y fuentes de alimentación de este animalillo. En su lugar quedaron unos inhóspitos taludes empinados, unos caminos laterales, más o menos transitables, y un paisaje desolado en lugar de la amable ribera previa. El dragado, complementado con la desecación, resultado de políticas de riego inexistentes o mal llevadas, supuso el fin de la especie en nuestro río. Será, sin duda, el precio pagado por ser tan irascible y haber producido históricas crecidas y desbordamientos. Supongo que con las ratas se irían otras formas de vida: cangrejos, pájaros, culebras de agua, ranas…, pero no tengo constancia de ello.

En la desembocadura de la Esgueva en el Pisuerga hay una pequeña catarata. No sé si este desnivel y la conciencia de los pescadores serán obstáculos suficientes para el ascenso de los siluros, el mejillón cebra y otras pestes, cuya presencia ha sido ya registrada en ríos mayores. Seguramente no. Esto es el resultado del progreso sin conocimiento y sin conciencia plena de lo que se hace.

Un río es mucho más que un cauce por el que discurre el agua. Hay que hacer pantanos y será preciso dragar y limpiar los ríos; pero, si se consideran todos los factores ambientales, quiero creer que es posible un crecimiento armónico con respeto a todas las formas de vida, al paisaje y al paisanaje.

Quiero creerlo así.   

Rafael Aparicio Duque

¡Hagan sus comentarios! Nos vemos a la vuelta.


2 comentarios:

  1. Más que un relato, creo que te ha salido un buen artículo , quizá era eso lo que pretendías, en el que haces un análisis de los pros y los contras del impacto de la intervención del ser humano en la naturaleza.
    Muy bien Rafa

    ResponderEliminar
  2. No puedo hacer otra cosa que darte la razón, Rafa. Totalmente de acuerdo contigo. No en los datos, que estos los desconocía, si no en el núcleo duro. Nuestra intervención se nota y se siente. Y que te ha quedado muy bonito, muy bien escrito. ¡ Un orgullo compartir Mar contigo!

    ResponderEliminar