martes, 22 de noviembre de 2011

Microficción y géneros narrativos



El próximo día 30 de noviembre, a las 18 h, en el salón de actos del ayuntamiento de Tordesillas, tendremos el placer de contar con la presencia del escritor Manuel Sánchez Vicente, más conocido como Manu Espada, autor de libros de relatos como El desguace (2007) y Fuera de temario (2010).


Zoom (2011), su primer libro de microrrelatos, que nos presentará en esta ocasión, es un gusto para los sentidos. Una lectura para recrearnos en su mundo mágico y lleno de matices, con una mirada milimétrica, captada con la óptica macro de la cámara fotográfica que es la visión única del autor.

Manu Espada cuenta también con un blog en el que podemos deleitarnos con sus historias imposibles y plagadas de dosis de realidad. Podéis visitarlo aquí.


Un pequeño avance:

La librería

Nemesio entra en la biblioteca movido por la curiosidad. Dentro hay un revuelo impresionante. No cabe ni un alma más. Un hombre de barba blanca firma su obra a una cola de fans. Nemesio se coloca frente a una pila de libros viejos. Todos son distintos. El lomo de los ejemplares está gastado por el paso de los años, aunque aún brillan restos de pan de oro en algunas de las letras. Coge un ejemplar muy delgado. Es increíble, pero en la cubierta aparecen su nombre y apellidos. Lo abre al azar por la página setenta y ocho, y, como de costumbre, comienza a leer en voz baja: «Nemesio entra en la biblioteca movido por la curiosidad. Dentro hay un revuelo impresionante. No cabe ni un alma. Un hombre de barba blanca firma su obra a una cola de fans. Nemesio se coloca frente a una pila de libros viejos. Todos son distintos. El lomo de los ejemplares está gastado por el paso de los años, aunque aún brillan restos de pan de oro en algunas de las letras. Coge un ejemplar muy delgado. Es increíble, pero en la cubierta aparecen su nombre y apellidos. Lo abre al azar por la página setenta y ocho, y, como de costumbre, comienza a leer en voz baja. Asustado por lo que está leyendo, cierra el libro de sopetón». Nemesio mira alrededor. Todo parece en calma, unos hacen cola esperando su autógrafo del escritor barbudo y otros rebuscan en las estanterías, pero ocurre algo extraño. Todos los libros que tienen los fans de la cola son distintos, y en el lomo de cada uno de ellos aparece un nombre propio diferente. Nemesio vuelve a abrir su libro y lee varias frases más: «Nemesio mira alrededor. Todo parece en calma, unos hacen cola esperando su autógrafo del escritor barbudo y otros rebuscan en las estanterías, pero ocurre algo extraño. Todos los libros que tienen los fans de la cola son distintos, y en el lomo de cada uno de ellos aparece un nombre propio diferente. Nemesio vuelve a abrir su libro y lee varias frases más. Llegados a este punto se le cae de las manos». Nemesio cierra los ojos, llena sus pulmones y recoge el libro del suelo. Saca un mechero y lo quema delante de todo el mundo. Desconcertado, sale de la biblioteca, cruza la carretera y, con el encendedor aún en la mano, camina lentamente hacia la gasolinera, hacia el infierno. 


Buscando a Manu Espada en el interior de Zoom

Entré en Zoom siguiendo el camino de baldosas amarillas, esperando que mis encuentros con sus letras me llevasen a un viaje alucinante.

El primer encuentro fue en el árbol genealógico, donde el cartógrafo, afectado el pobre hombre de una melomanía galopante, me hizo dar marcha atrás y visitar a el farero y la sirena, quienes me cautivaron con su historia de amor y soledad. El ratoncito Pérez me llevó de su mano hasta la próxima parada en este mundo extraño. En la tasca Pepe me tomé un refrigerio mientras observaba a las extrañas criaturas que, sentadas alrededor de una mesa, jugaban a el juego del ahorcado, y las coristas, disfrazadas de princesas, mantenían un diálogo no verbal con el estudiante de lenguas.

Salí de la tasca en un estado de ruina de espíritu, que dejó mi conciencia en jaque mate. La repartidora de folletos de la esquina me encaminó hacia el manicomio, dada mi expresión de estar en suicidio creativo.

Caminé sin rumbo por las páginas, saltando de los cuentos a una tragicomedia en dos actos y pasando por un viajecito al siglo XXX, que me dejó en la orilla de la eternidad. Tuve que pararme: necesitaba pensar y descansar la vista. Había tanto en lo que pensar…

Comí y guardé media naranja para el hombre gris, esperando que su historia me transportara hacia los límites de mi corazón roto, pero no encontré el camino. A la puerta de los juzgados, unos tahures, de parecidos razonables, me dieron cobertura hasta dejarme en manos de el coleccionista de esquelas, quien, con una paciencia infinita y usando un monólogo de una nariz de payaso y retazos de la eternidad, sin pausa para la publicidad, se despidió de mí con un mapache azul como única compañía.

Abrí la caja de las mariposas, donde encontré el mapa del monasterio, que me devolvió a mi realidad y al encuentro de la vida familiar, que dejé olvidada al adentrarme en este país de Zoom en busca de Manu Espada.

Rosa M.

Os esperamos.


martes, 15 de noviembre de 2011

Melancolía

La palabra « Melancolía» se ha utilizado en innumerables textos narrativos y poéticos a lo largo de la literatura. Etimológicamente viene de griego clásico μέλας "negro" y χολή "bilis" y tiene una cadencia fonética que casi nos arrastra a la orilla del mar.
En el diccionario existe una respuesta concreta: Tristeza vaga, profunda, sosegada y permanente, nacida de causas físicas o morales, que hace que no encuentre quien la padece gusto ni diversión en nada.

Pero la película de la que hoy os hablamos va más allá de tristezas, habla de intuiciones y de superaciones, del sentido de la vida y de la muerte, del fin del mundo.
Decidimos traer a estas olas este comentario del film, porque pensamos que tanto de su lectura como la contemplación de la imagen que recuerda aquella “Novia en el agua” de Waterhouse uno de los prerafaleistas que tuvimos la suerte de ver en la Tate Modern en aquel viaje a Londres, podréis escribir un montón de relatos para leer en los talleres de escritura.

Esperamos que os guste.

«Decir que Melancholia es la mejor película que se haya hecho sobre el fin del mundo sería hacer honor a la verdad, pero podría también dar el mensaje equivocado. En la cinta de Lars von Trier, un planeta llamado Melancholia se estrella contra la Tierra, acabando con la vida en ella, pero a diferencia de los típicos filmes sobre la destrucción del mundo, aquí no hay héroes ni posibilidad alguna de salvación.

La película tiene como protagonista a Justine (Kirsten Dunst), una muchacha que sufre una depresión severa, pero que parece repuesta el día de su boda con Michael (Alexander Skarsgård), celebrada en la enorme mansión de su cuñado (Kiefer Sutherland).
Al principio todo discurre con normalidad, pero poco a poco se van dibujando la profunda tristeza de Justine y el perfil de los personajes de su familia, no todos ellos precisamente agradables: un padre medio tonto (John Hurt), una madre que parece odiar a la especie humana (Charlotte Rampling), un jefe perverso (Stellan Skarsgård), entre otros.

Durante la fiesta, Justine observa en el cielo una extraña estrella que resulta ser un planeta que, tras permanecer escondido detrás el Sol, ahora va rumbo a la Tierra. Inexplicablemente, se descubre que la melancolía de la protagonista proviene de percibir cercano el fin del mundo y de la certeza que tiene de que después de la muerte no hay nada.
Pero es justamente en el contraste y la relación entre Justine y su hermana Claire donde la película brilla con más fuerza. Interpretada por una genial Charlotte Gainsbourg, Claire se ha echado al hombro la tarea de mantener viva a su hermana y apagar los incendios de su conducta errática, además de ser la mediadora en los conflictos familiares.
Pero si bien Von Trier emplea la película para tratar su propia oscuridad —el director ha sido víctima de un problema severo de depresión—, encuentra la forma de redimir a la golpeada Justine: es ella quien al final alivia la desesperación de su hermana ante la certeza del final, la que provee la calma y el control que hasta entonces parecían huirle.

Cierto: Melancholia es una película sobre el fin del mundo. Pero la genialidad de Lars von Trier está en que no necesita salir de los pocos personajes con los que se queda la historia —ni de la mansión y los campos de golf donde esta se desarrolla— para retratar la angustia esencial de la certeza de la muerte. Y en este logro hay que destacar la atmófera que brindan la obertura del Tristán e Isolda de Wagner y el ruido incesante de la segunda mitad de la cinta, que crece a medida que Melancholia se va acercando a la Tierra.
Por este papel, Kirsten Dunst fue elegida la mejor actriz del último Festival de Cine de Cannes, en el que Von Trier tuvo el desatino de bromear con que "entendía a Hitler". Esperemos que esté trabajando en afinar sus discursos, porque es probable que tenga que dar alguno la noche de los Oscar.»

Ahora sólo queda ir a verla y escuchar vuestras opiniones…